7 de diciembre de 2012

Quiénes hacen la élite

Vamos a intentar no alterarnos, dado el estado de las cosas del Estado de las personas. Y dada la extraordinaria profusión de informaciones dañinas para la mayoría, menos para los que nos gobiernan y algunas pandillas de delincuentes de guante blanco que les mueven con hilos desde bastidores. Aunque, en realidad, las consabidas informaciones no son nada con los hechos que acaecen día a día, sino más bien augurios de hechos que están al caer.
Así las cosas, hagamos un ejercicio de prestidigitación, escondamos las cartas y demos rienda suelta al poder sugestionador del ilusionismo. Y hablemos, por tanto, esta vez (y una vez más) de sugestión (o de su gestión).
John D. Rockefeller
En este país de birlibirloque hay magos y brujos, magia y brujería. Hay trucos y timos, público y privado, sastres y diseñadores del nuevo traje del emperador... Y, alrededor de éste, o aspirando a medrar, los que se consideran la élite y, quienes, por supuesto, designan a sus nuevos miembros.

Tenemos un ministro de Educación que se envalentona, que saca pecho y recibe a puerta gayola la embestida de una plebe que no entiende de méritos (y que hace deméritos, según él). Pero este ministro no convoca (ni con boca) a los actores del Sistema Educativo, les cita, como en un lance del ruedo, o les llama, en todo caso. Pero se niega a consultar con ellos. Porque él (y quizá un equipo de asesores, y quizá una caterva de lobbies desinteresados) posee la última verdad, la absoluta verdad. La verdad de la élite.
La élite determina los criterios para formar parte de su distinguido club. En algún caso, no basta con establecer magníficos contactos, sino que, sobre todo, hay que poseer un formidable currículum vítae. Pero, detengámonos en esta menudencia antes de adentrarnos en el proceloso mundo de la ascensión al averno que nos niegan. Un buen currículum debe estar escrito en inglés (sí, con tilde aguda, pues el golpe de voz recae en vocal – de consejo de administración–), lo demás apenas importa, salvo algunas cosillas: no importa la carrera de procedencia si el colofón no es un MBA como dios (me perdonará si lo escribo en minúscula) manda; suelen tenerse en cuenta las calificaciones, pero, como sentenció Vespasiano, “pecunia no olet”, y, así, tampoco es significativo que las calificaciones hayan podido ser infladas (inflación subyacente, inapreciable); y, desde luego, es interesante haber referido diferentes cargos de responsabilidad con anterioridad. En esto de la responsabilidad no importa tanto el capital monetario como el humano, y por ello se prefiere hablar de capatización o de captación, frente a capacitación o incluso recapacitación. Porque, en última instancia, la élite se nutre de liderazgo, por supuesto.
Por este último motivo, en una entrevista de trabajo para la élite, lo importante es el saber estar, pero, también, el saber parecer y, sobre todo, el parecer saber. Sólo tras esta justa entrevista (o entrevistas) el candidato puede lograr o no su ansiado sueño.
La ascensión comienza en la cuna, pasa por los mejores colegios (bueno, eso dicen) y acaba por hache o por be (¡eh!, robot) en una multinacional, en el consejo de administración de un banco o en la junta directiva del PP o del PSOE. No importa su creatividad, nula (pero asistirá a importantes encuentros relacionados con la generación de oportunidades y otras mandangas), no importa su don de gentes, suelen ser coercitivos (pero apenas se despeinan y siempre tienen una sonrisa para los menos allegados), ni importan sus conocimientos (sus palabras huecas, bien colocadas en una mente bien adiestrada son dinamita).

En suma, lo importante es llegar, el resultado. Por eso el Ministerio de Educación no es también de Ciencia, porque la Ciencia da resultados a largo plazo, y eso no vende. Por eso una generación entera de científicos españoles, que estudiaron la EGB, se las ven y se las desean para no acabar trabajando en cualquier profesión diferente a la investigación. Por eso una generación entera de ingenieros que acabaron la ESO tienen que estudiar alemán, persa o chino a los treinta años (bueno, además del consabido MBA en una escuela de negocios de postín).

Pero, claro, según la propuesta de la OCDE, de la que es presidente el señor Gurría [http://www.expansion.com/2012/11/30/economia/1354290941.html], a lo mejor es que estos graduados universitarios resultan ser incompetentes (si se les hubiera evaluado de acuerdo a las key competences, otro gallo les cantaría).

Por eso en nuestro Parlamento contamos con los mejores (una señora, hija de un señor de Castellón, que se expresa con una dicción impecable – “¡Que se jodan!” –. ¿Y qué decir de los sabios consejos de los Secretarios de Estado?: "¿Por qué no decirlo? Hay un impulso aventurero, propio de la juventud, que contribuye también de forma poderosa a acrecentar la movilidad juvenil". ¿O de ese prohombre, otrora representante del empresariado, y que con su ejemplo sentenció: “Se sale de la crisis trabajando más y ganando menos". En fin, la lista de sabias y juiciosas sentencias sería demasiada extensa para los humildes límites de este blog. Vayamos, pues, para terminar, a hechos que nos demuestran que entre nosotros queda la élite, la que nos salvará de... Bueno, nos salvarán.

Sólo pondré algunos ejemplos:
Para defender la subida de tarifas de Metro de Madrid, Esperanza Aguirre (aguerrida ella) arguyó una proporción razonable en el reparto del coste entre la Administración y el usuario. Para ello expuso la situación de Metro a principios de la Democracia, la proporción de otras ciudades europeas y se llenó de flores a propósito de la extensa red viaria suburbana madrileña. Pero no dijo nada de la tremebunda inversión (que de no ser amortizable en un período razonable, más valdría apuntarla como gasto) desembolsada apenas unos años ha en estaciones y tramos con escasísimo uso.
Desde la Oposición al Gobierno, diferentes cabezas visibles, con el señor Rajoy despuntando, nos llenaron la quijotera de pájaros: que si la prima de riesgo bajará drásticamente en cuanto entremos en el gobierno, que si no congelaremos las pensiones, que haremos una reforma laboral consensuada, que bajaremos el paro en más de tres millones de personas, que si bla bla bla. Pero todo está siendo falso.
Bankia, sin comentarios.
El desmantelamiento de la Sanidad Pública en Madrid, sin comentarios.
El incremento de la deuda de Telemadrid de 40 millones de euros en 2003 a 240 millones en 2012.
La estrepitosa caída de audiencia de RNE de más de un 20 % por una remodelación de plantilla “que tocaba ya”.
El cierre de empresas por la caída del consumo interno y las carencias competitivas.
Pero siguen ERE que ERE, y seguir enumerando calamidades resulta arduo cuando, desgraciadamente, siguen existiendo más de ocho millones de españoles que les seguirán votando (y más de siete millones que seguirán votando a los otros).

Pero siempre nos quedará la Educación (sin ciencia, sin conciencia, pero, eso sí, con decencia). Se nos presenta una Ley Orgánica desalmada, porque, siendo orgánica (de garantía de derechos) se gesta pensando en la segregación entre quienes pueden y entre quienes pueden más. Una ley que llama al populismo nacionalista español mientras esconde prebendas a minoritarios pero poderosos grupos de poder. Una ley que defiende contenidos instrumentales (Lengua y Matemáticas) que rara vez serán valorados en la vida adulta por parte de las élites que mandan, si no son tamizados, perfeccionados y, entonces sí, instrumentalizados en las escuelas de negocios para mantener el orden que les interesa a esos pocos. Es mejor abrir los ojos, de verdad.

Cuando las nubes parezcan osos de peluche, te enseñaré cómo es el peluche. Cuando los ríos discurran entre árboles, te mostraré cómo es un árbol. Y, cuando el Sol sonría en lo alto, te sonreiré para decirte: “Eres un sol”.
Entonces comprenderemos que somos felices por hallarnos en este mundo, juntos y junto a mucha gente.
El viento besará nuestros rostros, el suelo nos mantendrá. Siempre estaremos juntos, hijo. Pero dime algo: ¿Cómo has vuelto a suspender Lengua? No me lo explico.


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